jueves, 17 de enero de 2013

POSTMODERNIDAD, SEGÚN GIANNI VATTIMO

Por: Raúl Alamillo Gutiérrez


Para el artífice del concepto de “pensiero debole”, la postmodernidad hace referencia al hecho de que de alguna manera la modernidad ha llegado a su fin, entendiendo ésta como el proceso histórico iniciado a partir del siglo XV en Europa, y que tiene un punto referencial en la Ilustración, donde se concibe la historia como “la realización progresiva de la humanidad auténtica”. Esta concepción sin embargo exige necesariamente una condición: que la historia sea considerada como un “proceso unitario”.
Dicho paradigma de la historia implicaba que el referente de comprensión del mundo se articulara desde Europa, como el modelo civilizatorio no sólo a seguir, sino a imponer a todos los pueblos conquistados. Así, la historia es contada desde la mirada del vencedor, del dominador, que es quien que elige las fechas, los hechos y los temas que han de ser contados como horizonte de comprensión del mundo moderno (ni que decir que de lado queda la “historia” de la sexualidad, de las culturas, de la política, del pensamiento y del arte de los que han sido vencidos).
Para Vattimo, es con pensadores como Marx y Nietzsche, Benjamin, que se inicia el proceso disolutivo de “la idea de historia entendida como decurso unitario. No existe una historia única (…) y es ilusorio pensar que exista un punto de vista supremo, comprehensivo, capaz de unificar todos los demás…”
De este modo, la crisis alcanza la idea progreso y de perfección evolutiva de la humanidad a través del trasfondo de la historia, dando paso al “ocaso de la modernidad”, que se verifica en las múltiples voces que han roto la “armonía” moderna de factura europea. Ahora surgen de su ocultamiento multitud de pueblos que exigen el reconocimiento de su identidad cultural, junto a un nuevo mundo configurado a partir de la omnipresencia de los medios de comunicación, mismos que han revelado una sociedad más compleja, más caótica, y fuera de algún centro identitario y de estabilidad ideológica. 
Para resumir, desde la perspectiva de Vatimmo, dos serían los hechos fundamentales que configuran la llamada postmodernidad: en primer lugar la crisis del colonialismo imperialista europeo y en segundo lugar la presencia e influencia global de los medios de comunicación. Tales hechos, particularmente el último, provocarían que Lyotard identificara la postmodernidad como la muerte de los “macro-relatos” (discursos omnicomprensivos del mundo tales como el marxismo, el cristianismo, la Ilustración, etc.).
Sin embargo, Vattimo llama la atención sobre una especie de paradoja del mundo posmoderno: la globalización de las comunicaciones, ante su intento de homogeneizar un macro-relato del mundo, más bien ha propiciado que salten a la existencia (como si antes estuviesen “muertos” socialmente) las demandas de grupos sociales marginados: pobres, indígenas, minorías étnicas, mujeres, etc. generándose así el sentido de emancipación posmoderna.
A lo anterior hay que agregar otro efecto de la mediatización global de la realidad: la disolución del concepto unitario de “realidad”. Para el pensador que hoy nos ocupa, los medios de comunicación han hecho patente que en el mundo contemporáneo, el “ideal de emancipación (…) tiene su propia base, más bien, [en] la oscilación, la pluralidad y, en definitiva, la erosión del mismo “principio de realidad”.
Para concluir, dejemos que hable el propio Vattimo: “Filósofos nihilistas como Nietzsche o Heidegger (y también pragmatistas como Dewey o Wittgenstein), mostrándonos que el ser no coincide necesariamente con lo que es estable, fijo, permanente, que tiene algo que ver más bien con el acontecimiento, el consenso, el diálogo, la interpretación, se esfuerzan por hacernos capaces de captar esta experiencia de oscilación del mundo postmoderno como oportunidad (chance) de un nuevo modo de ser (quizás: por fin) humanos”.

REFERENCIA:
GIANNI VATTIMO, voz: “Postmodernidad” en ORTÍZ, A. y LANCEROS, P. (Dir.) (2004) “Diccionario interdisciplinar de Hermenéutica”. Bilbao: Universidad de Deusto pp. 433-436.

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