sábado, 9 de octubre de 2010

“…el hombre es el peor Dios que existe”. Conversación con Hilary Putnam


Hilary Putnam (Chicago, 1926) en diálogo con Giovanna Borradori


Respecto de otros filósofos estadounidenses contemporáneos usted parece más animosidad respecto de la corriente de orientación analítica, incluso habiendo sido usted mismo un pensador analítico por un buen número de años. ¿A qué se debe esto?
Pienso que mi formación, como la de todos los jóvenes filósofos de la posguerra, se basó sobre lo que era necesario ignorar absolutamente como no-filosofía. Fuimos educados para rechazar los textos y los autores, más que para dejarnos apasionar. Creo que es una tendencia equivocadísima, que debería ser borrada de cualquier escuela, movimiento o departamento de filosofía.

Entonces es casi una forma de censura. ¿Cuáles eran los autores prohibidos?


Recuerdo haber adorado a Kierkegaard que era considerado una especie de poeta. Después de Kierkegaard, Marx, quien me acompañó por un largo tramo de la vida. Pero siempre con un sentido de extrañeza, porque me habían enseñado que tampoco era un verdadero filósofo, sino un teórico de la sociedad. Freud era un psicólogo y su pensamiento no implicaba temáticas filosóficas (…). Durante los estudios de posgrado (graduate school) y luego durante el tiempo como asistente (…) mis intereses se restringieron, como si se hubieran coagulado al interior de estrechos confines: los delimitados por la filosofía analítica. Tenía más de 40 años cuando logré liberarme…
Entre los filósofos posanalíticos usted es, quizás, el único que ha desarrollado un fuerte interés teológico, orientado a la recuperación de la tradición hebraica. ¿Cómo un lógico de formación, como usted, en cierto momento recuperó el lugar central de Dios, del misticismo y de la interpretación del texto sagrado?
(…) El sentido de lo sagrado es un asunto muy importante, pero no necesariamente bueno. Por esta razón en el siglo pasado se comenzó a decir: es necesario dejar de creer en lo sagrado. Y no alcanzaron a correr cien años para que hubiera dos dictadores terribles, ambos ateos: Stalin y Hitler.
No se trata, entonces, exactamente de religión. Su hebraísmo es algo un poco diverso…

Sí, creo que religión es una palabra inadecuada. Mi adhesión a la tradición hebrea representa un sentido del límite. Es casi un cliché citar el Talmud, pero a mí me gusta hacerlo todavía. Dice más o menos: no depende de nosotros acabar la tarea, pero tampoco somos libres de no llevar la carga. Para mí la religión significa, justamente, reflexionar sobre el sentido del límite humano. El problema del humanismo, como se ha desarrollado de Feuerbach en adelante, ha significado la deificación del hombre. Como Ben Schwartz, pienso que el hombre es el pero dios que hay.



Borradori, G. (1996) Conversaciones filosóficas. El nuevo pensamiento norteamericano. Santafé de Bogotá: Norma, pp. 92-93; 101-102, citado en Reale, G. y Antiseri, D. (2009) Historia de la Filosofía. Vol. 7: De Freud a nuestros días, Bogotá: San Pablo, pp. 355-356.