martes, 23 de junio de 2009

El papel de la filosofía en el bachillerato

César Ricardo Luque Santana

A propósito de los últimos acontecimiento en torno de la Reforma del Bachillerato, donde las autoridades educativas rectificaron su postura respecto de la exclusión de la filosofía, la victoria histórica alcanzada por la comunidad filosófica del país encabezada por el Observatorio Filosófico de México (OFM) no está todavía completada. Así lo han señalado algunas voces, entre ellas la de Gabriel Vargas Lozano coordinador del OFM, quien advierte que al parecer todavía es posible que se trate de hacer pasar algunas materias como filosóficas sin realmente serlo, además de que es necesario que se vaya generando la posibilidad de que los egresados de la carrera de filosofía sean quienes asuman la responsabilidad de las asignaturas filosóficas en el bachillerato, aspecto en el cual deberán de trabajar las licenciaturas en filosofía en su diseño curricular. Además, coincide con otras opiniones de que es necesario hacerle frente a las políticas educativas del neoliberalismo que intentan socavar el pensamiento crítico, orientando al mismo tiempo la formación educativa con criterios mercantiles.

Para retomar estas preocupaciones, es necesario organizarse no sólo para defender nuestros derechos gremiales como comunidad filosófica, sino también para defender las libertades democráticas que sólo pueden darse auténticamente a partir del pensamiento crítico. Así entonces, la defensa de la filosofía debe hacerse desde varios frentes, siendo uno de ellos, reflexionar sobre la problemática de la educación filosófica en el nivel medio superior para identificar los factores que la obstaculizan y determinar cómo podemos resolverlos. En otras palabras, en esta reflexión sólo me abocaré a plantear dos o tres asuntos a este respecto partiendo de la sugerencia del profesor Raúl Alamillo (coordinador de la novel licenciatura en filosofía de la Universidad Autónoma de Nayarit) quien propuso una plática entre profesores y estudiantes de filosofía con el tema de la filosofía en el bachillerato, preguntando si ésta es útil o necesaria, es decir, cómo tendríamos que justificarla.

Para empezar, diré que parece una condena que siempre estemos justificando la filosofía no obstante el papel histórico innegable que ella ha jugado desde siempre en el progreso del conocimiento. Parece que los peores estereotipos e incomprensiones se yerguen siempre contra ella, por ejemplo, considerar que es una suerte de especulación gratuita o algo que pertenece al pasado como pieza de museo. Debo decir que este tipo de prejuicios no son nuevos, ya Platón hace mención del primero en uno de sus diálogos cuando Sócrates recibe el reproche de un sujeto mediocre pero avezado en los negocios quien le dice que el filosofar es cosas de niños en el sentido de que no permite hacer riqueza, o la anécdota de Tales de Mileto que se cayó a un pozo por ir mirando las estrellas, lo que dio lugar al estereotipo de que el filósofo es un personaje abstraído de este mundo, y en fin, muchas otras situaciones parecidas que abonan en una serie de prejuicios en torno a la filosofía, aunque en el fondo, está la molestia que ocasiona su función crítica, de lo cual también hay muchos testimonios históricos, al grado que José Ortega y Gasset llegó a plantear que el nombre de filosofía surgió como un disfraz contra todos aquellos que se molestaban por su carácter crítico.

Por ello tiene sentido el planteamiento inicial del profesor Alamillo para el cual doy dos respuestas. Una, que debemos de desterrar la idea de utilidad en el sentido productivista o mercantilista. En efecto, la filosofía no procura ese tipo de utilidad, por eso, ante la pregunta que les hicieron a los filósofos antiguos de por qué los filósofos acuden con los ricos pero éstos no acuden con los filósofos, la respuesta fue: porque los filósofos si sabemos de que carecemos pero los ricos no. En este sentido, la filosofía no es útil en términos pragmáticos, pero si es necesaria porque proporciona una formación en las personas tendientes a hacerlos libres, independientes, reflexivos, desprejuiciados, etc., en suma, para que se realicen como seres humanos plenos.

Sin embargo, es evidente que la existencia de un conjunto de asignaturas en el bachillerato no garantiza por sí misma que esta formación se dé realmente. Incluso sucede a veces lo contrario al grado de que muchos estudiantes terminan vacunados contra la filosofía. Esto sucede porque su enseñanza está en lo general en manos de diletantes que en el mejor de los casos, hacen un esfuerzo por hacer bien su trabajo, pero que carecen de la formación filosófica adecuada para ello. Tampoco creo que el sólo hecho de que la enseñanza de las asignaturas filosóficas esté en manos de los licenciados en filosofía resuelva todo el problema, aunque supongo que habría una notable mejoría.

Por ello, es necesario considerar la formación didáctico-pedagógica de los licenciados en filosofía, aunque tampoco creo que sea suficiente para garantizar una docencia más creativa. Desde luego que este es otro paso a favor, pero es importante que los estudiantes de filosofía desde su condición de estudiantes universitarios traten de aprender atreviéndose a pensar como decía Kant, se asuman como agentes activos y traten de interactuar, pues se corre el riesgo que terminen reproduciendo las deficiencias didácticas de sus profesores. Mi impresión es que los profesores de las carreras de filosofía dan por sentado que los alumnos deben de hacer la parte que les corresponde y si no, tendrán que pagar las consecuencias. Pero con estudiantes de nivel preparatoriano, si es necesario procurar otras formas de trabajo que puedan hacer atractiva la enseñanza de la filosofía sin quitarle seriedad.

Aquí hay mucho trabajo por hacer, y afortunadamente, ya hay muchas propuestas que es necesario considerar, desde las aportaciones que el programa de filosofía para niños ha venido haciendo exitosamente, también las estrategias de las consultorías o terapias filosóficas, los usos de sitios de filosofía en el Internet o la creación de espacios virtuales, además de muchos textos creativos que se han elaborado en los últimos años, etc.

Lo importante es entender que la formación filosófica y pedagógica no se agota en la licenciatura sino que se va construyendo también en la experiencia personal, en los espacios de trabajo colegiado entre pares y en la formación escolar en los posgrados. Por ello, es importante que los egresados se mantengan organizados para que tengan sus espacios para seguir creciendo en lo profesional y para pugnar por los espacios de trabajo que les corresponden. Con este tipo de acciones es como creo que se debe de defender a la filosofía.

viernes, 19 de junio de 2009

Votar o no votar…la cuestión es ¿para qué?

Raúl Alamillo Gutiérrez

Con motivo de las elecciones próximas a celebrarse el 5 de julio, se han dejado escuchar las voces de ciertos grupos organizados invitando a la ciudadanía a anular su voto, como una manera “no convencional” (aunque prevista de alguna manera en el COFIPE) de participar en la democracia con el objeto de manifestar su hartazgo hacia los políticos y en general hacia el sistema de partidos.
Dichas voces, con independencia de que no estén convocados en un gran movimiento nacional, evidencia el grado de desencanto y hasta de aversión que muchos mexicanos experimentan ante todo aquello que tenga que ver con la política partidista y con los políticos. Se piensa y se asume vitalmente que hoy los partidos políticos han abdicado a la representación popular, convirtiéndose en una especie de entidades que operan “contra natura”, autorefutándose; ergo, ven sólo por la consecución de sus propios intereses, a lo que habría que agregar la gran demanda nacional: rendición de cuentas.
Por si esto fuera poco, parece que no se avizora ningún atisbo de disposición –consciente o impuesto por la ciudadanía- de querer entrar a una discusión o debate serio y profundo sobre lo que se ha dado en llamar “ciudadanización de la democracia”, que en esencia no es más que la aspiración a un ejercicio democrático participativo, que, si bien no niegue, sea parte integral del ejercicio de la democracia, que hasta ahora ha sido reducida al ámbito representativo, hablamos de las candidaturas ciudadanas, el referéndum, el tema de la segunda vuelta, la reelección, etc.
Contra este movimiento pro-voto en blanco, se han alzado las voces “oficialistas” de los candidatos y dirigentes partidistas, así como de diversos opinólogos –que no analistas- planteando sustancialmente que el voto nulo representa un retroceso a la democracia por cuanto que estamos renunciando a un derecho que hemos conquistado, y que, luego entonces, el no votar se traduce en “no exigir”: a esto habría que decir que una vez que resultan electos los candidatos, deben gobernar para todos, sino tampoco tendrían derecho de exigir los que votaron por otro partido distinto al ganador. También se aduce que el voto en blanco sólo asegurará el triunfo a los partidos de siempre que tienen un baúl de votos duros listos para cualquier elección: el punto es que, todo indica que con o sin voto en blanco, dichos partidos “de siempre” ganarán.
Lo anterior deja en claro una cosa…electoralmente el voto en blanco será un ejercicio estéril: no ocurrirá que estos votos –nulos para efectos electorales- declaren “desierta” una elección. Pero se parte de la premisa de que tal movimiento no pretende un impacto electoral, cuanto socio-político y mediático, de tal manera que deje en claro que la sociedad hoy está literalmente hastiada, cansada, enojada ante la mediocridad, la insensibilidad, la incompetencia, la deshonestidad, deslealtad y vacuo patriotismo de nuestros políticos… cabrá esperar que dichas voces no sean “flor de un día” y vuelvan a aparecer como los políticos ante la ciudadanía: cada tres años o hacer lo que los mexicanos sabemos hacer mejor: quejarnos y mentar madres desde la comodidad de nuestra casa.