viernes, 19 de junio de 2009

Votar o no votar…la cuestión es ¿para qué?

Raúl Alamillo Gutiérrez

Con motivo de las elecciones próximas a celebrarse el 5 de julio, se han dejado escuchar las voces de ciertos grupos organizados invitando a la ciudadanía a anular su voto, como una manera “no convencional” (aunque prevista de alguna manera en el COFIPE) de participar en la democracia con el objeto de manifestar su hartazgo hacia los políticos y en general hacia el sistema de partidos.
Dichas voces, con independencia de que no estén convocados en un gran movimiento nacional, evidencia el grado de desencanto y hasta de aversión que muchos mexicanos experimentan ante todo aquello que tenga que ver con la política partidista y con los políticos. Se piensa y se asume vitalmente que hoy los partidos políticos han abdicado a la representación popular, convirtiéndose en una especie de entidades que operan “contra natura”, autorefutándose; ergo, ven sólo por la consecución de sus propios intereses, a lo que habría que agregar la gran demanda nacional: rendición de cuentas.
Por si esto fuera poco, parece que no se avizora ningún atisbo de disposición –consciente o impuesto por la ciudadanía- de querer entrar a una discusión o debate serio y profundo sobre lo que se ha dado en llamar “ciudadanización de la democracia”, que en esencia no es más que la aspiración a un ejercicio democrático participativo, que, si bien no niegue, sea parte integral del ejercicio de la democracia, que hasta ahora ha sido reducida al ámbito representativo, hablamos de las candidaturas ciudadanas, el referéndum, el tema de la segunda vuelta, la reelección, etc.
Contra este movimiento pro-voto en blanco, se han alzado las voces “oficialistas” de los candidatos y dirigentes partidistas, así como de diversos opinólogos –que no analistas- planteando sustancialmente que el voto nulo representa un retroceso a la democracia por cuanto que estamos renunciando a un derecho que hemos conquistado, y que, luego entonces, el no votar se traduce en “no exigir”: a esto habría que decir que una vez que resultan electos los candidatos, deben gobernar para todos, sino tampoco tendrían derecho de exigir los que votaron por otro partido distinto al ganador. También se aduce que el voto en blanco sólo asegurará el triunfo a los partidos de siempre que tienen un baúl de votos duros listos para cualquier elección: el punto es que, todo indica que con o sin voto en blanco, dichos partidos “de siempre” ganarán.
Lo anterior deja en claro una cosa…electoralmente el voto en blanco será un ejercicio estéril: no ocurrirá que estos votos –nulos para efectos electorales- declaren “desierta” una elección. Pero se parte de la premisa de que tal movimiento no pretende un impacto electoral, cuanto socio-político y mediático, de tal manera que deje en claro que la sociedad hoy está literalmente hastiada, cansada, enojada ante la mediocridad, la insensibilidad, la incompetencia, la deshonestidad, deslealtad y vacuo patriotismo de nuestros políticos… cabrá esperar que dichas voces no sean “flor de un día” y vuelvan a aparecer como los políticos ante la ciudadanía: cada tres años o hacer lo que los mexicanos sabemos hacer mejor: quejarnos y mentar madres desde la comodidad de nuestra casa.

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